En el Hospital General de Medellín, la vida florece antes de la vida: un relato de supervivencia
Nacer, como morir, es un acto para el que nadie se prepara, sin embargo, nacer con tan pocas semanas de gestación, siendo un prematuro extremo, es decir menos de 28 sema...

Nacer, como morir, es un acto para el que nadie se prepara, sin embargo, nacer con tan pocas semanas de gestación, siendo un prematuro extremo, es decir menos de 28 semanas, supone un riesgo aun mayor, enfrentar la vida desde la fragilidad extrema, sentirse completamente desarmado ante un mundo que se abre misterioso, inmenso: una vida que no encuentra sosiego sin el calor de mamá.
Violeta llegó a este mundo con solo 27 semanas de gestación. Fue parto natural, vaginal. Trataron de retenerlo, pero nadie puede detener lo que está destinado a ser y así fue. Su nacimiento fue inminente, milagroso, lleno de riesgos y miedos que gracias a la fe de su madre y a los avances médicos, se disiparon.
Tan solo pesó 1060 gramos y midió 34 centímetros, lo suficiente para aferrarse a esta vida con todas sus fuerzas. Nació a las 8:12 de la mañana tras una larga noche de dolor y angustia, pues su madre no estaba preparada para conocerla tan pronto, ni en las circunstancias que lo hizo. Se imaginaba un escenario diferente con una pañalera lista, una cuna en casa y un embarazo más prolongado. Para su sorpresa, la vida le tenía otros planes muy alejados de la realidad.
Crónica de un nacimiento anticipado
Así comenzó su vida la bebé, con el miedo amenazante de la muerte, en un silencio inquietante que debería haber sido un llanto desgarrador, un llanto de espanto frente a la vida, pero ni eso hubo; era tan pequeña que sus respiraciones necesitaron ayuda y el contacto con su madre era la única alternativa de continuar: debían volverse uno otra vez, pero ahora unidas por un abrazo más persistente, un abrazo que les dure hasta que la vida fuerte y latente de Violeta las separe.
Dadas sus condiciones de vida, apenas nació, tuvo que ir a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y su madre, Sara Nayeli Murrillo Agudelo, de 19 años no puede contener las lágrimas al recordar lo difícil que fue su separación, luego de ser una sola carne; luego de compartir su cuerpo sus vidas tomaban rumbos diferentes en el mismo hospital: el General de Medellín.
Separadas, pero unidas por el desino
Sara debió separarse de su bebé por una virosis que tenía, nada grave para ella, pero para la niña podría haber sido mortal. La semana que estuvieron separadas, solo pudo verla en fotos y desear el momento en el que se fundieran en un abrazo para siempre. Fueron días eternos, de zozobra, días en los que las palabras no alcanzarían a describir el dolor que sentía por la separación de su bebé. Esperaba ansiosa el momento de conocerla y poderla abrazar.
Mientras que la madre pasaba el tiempo pensando en su bebé, Violeta necesitaba estar conectada a un tanque de oxígeno para sobrevivir, pero sobre todo necesitaba el amor y el calor de su mamá; afortunadamente su padre pudo ser ese refugio indispensable para crecer mientras que su mamá se recuperaba.
Una semana después, sus vidas se unieron de nuevo y para siempre. El volver a ver a su Violeta la llenó de fortaleza para afrontar los retos que trae consigo el nacimiento de un bebé prematuro. El diagnóstico fue el siguiente: anemia, una fisura en el corazón y una deficiencia respiratoria. Palabras difíciles de escuchar para la joven madre, pero con el acompañamiento y la experticia del equipo médico lograrán anteponerse a cada una de ellas y vencerlas.
El método de la Madre Canguro
Los médicos dicen que la fisura en el corazón se irá cerrando lentamente y que es normal en los bebés prematuros, lo que más le preocupa a Sara es la dificultad para respirar, pero los médicos le dan un parte de tranquilidad y le dicen que el método Madre Canguro es la forma más segura de que su bebé crezca y se desarrolle correctamente.
Es curioso ver cómo los médicos agarran a los bebés, los toman por debajo de los brazos y pareciera que se fuesen a quebrar, pero no; dar a luz y alimentar a un bebé recién nacido activa el lado animal del ser humano, pareciera como si una madre loba tomase a su cachorro entre los dientes y lo levantara. Es realmente fascinante ver como el cuerpo de la madre y del bebé se adaptan para conocer de la mano la grandeza de la vida.
Es por eso que el 17 de noviembre se celebra el día del niño prematuro, una vida que llega con desafíos pero que, a pesar de ser tan pequeño batalla por adaptarse a un mundo nuevo que en nada se parece al universo que ya conocía: el vientre de su madre, cálido, apacible, con el eco de su voz recorriéndole el cuerpo, con los latidos de su corazón acompasándole la existencia, con el alimento sin esfuerzo y el amor desmedido.
El renacer de Violeta
Violeta permanece dormida la mayoría del tiempo, una cánula de oxígeno está conectada a su pequeña nariz las 24 horas del día, las cintas que la sujetan ya han lacerado su delicada piel, pero aun así debe permanecer adherida a sus mejillas para brindarle el oxígeno que le falta para vivir. Sus manos son tan pequeñas, pero aun así se abraza a su madre como su única esperanza de vida. Literalmente parece una bebé canguro.
Sara cuenta esta historia con su bebé entre su pecho, envuelta en una manta que las envuelve a las dos, llora y mira constantemente a su bebé, se da cuenta que se está desaturando, le pregunta angustiada a la enfermera quien le ayuda amorosamente, “no es nada grave”, le dice. Así han sido los últimos tres meses y medio desde que la niña nació. Los días se han hecho más largos de lo normal, la zozobra y la angustia han sido el pan de cada día.
Tras un mes y medio de estar hospitalizada con su bebé y luego de ser dada de alta ha estado yendo con Violeta todos los días, durante dos meses, desde su casa en el barrio Acevedo, al Norte de la ciudad, hasta el Hospital General de Medellín. Las voluntarias del hospital le dan los pasajes para que no se transporte en bus o metro con la bebé prematura, además de un tanque de oxígeno y una pañalera. Demasiada carga para una mujer que acaba de traer vida a este mundo.
Por fortuna hoy Violeta ha logrado el peso y la talla adecuada para su edad, cada vez necesita menos asistencia del tanque de oxígeno y su madre tiene alimentación de calidad para poder nutrirla y ayudarle con su desarrollo, también cobijas, ropa y pañales. Esta aventura que inició en medio de la angustia ahora es más liviana gracias a todo el personal del Hospital General de Medellín.
Las Damas Voluntarias
Myriam Amaya Reyes es presidenta de la Corporación Damas Voluntarias Hospital General de Medellín, una vocación que nació desde muy joven y que conservó durante años con la esperanza de vivirla en sus últimos años, sin olvidar ayudar al prójimo en su día a día. Con el tiempo ese llamado fue haciéndose más fuerte hasta que un día, mientras trabajaba en el Metro de Medellín, vio una campaña de donación de sangre y algo se encendió dentro de sí: entendió que ese era el camino que debía seguir.
Y así sucedió. El día que se pensionó buscó cómo ser parte de las Damas Voluntarias y hoy ya son 17 años en los que su vocación y carisma le permiten acercarse a cada paciente, a una historia de vida y ofrecerle su ayuda desmedida, porque no solo se trata de curar las dolencias del cuerpo sino de aliviar el alma.
Así va, de pasillo en pasillo entregando lo mejor de sí, sin importar la edad de sus pacientes, que pueden variar entre las 26 semanas de gestación hasta los 100 años; lo importante es estar y saber reconocer el dolor y la necesidad en los demás, ponerse en el lugar del otro y entregar lo mejor a cada persona que pasa por un momento difícil. La sanción comienza por la escucha, hay muchas personas a las que nadie les escucha, nadie les visita, ni siquiera aunque se tratase de una última vez.
Un llamado divino
En medio del llanto de decenas de bebés prematuros, una voz irrumpe el sonido al que todo el personal médico está acostumbrado y dice que ha tejido a mano 20 mantas para los bebés del hospital. Su nombre es Elvira Lucía Posada Isaza y dice que esa misión le llegó una mañana en la que sintió mucho frío y su espalda se heló, inmediatamente pensó en los niños recién nacidos y dijo que no había tiempo que perder… cogió aguja y lana y comenzó a tejer y en cada puntada intencionó un deseo para esa nueva vida que llegaba a este mundo.
Tejió una y otra y otra cobija más, hasta que los dedos le dolieron. Su consuelo fue el pensar en esos pequeños bebés a los que el frío los golpea más fuerte, y sus madres no tenían los recursos suficientes para darles una cobija. En el momento de la entrega solo hubo gozo, la mirada de Elvira se llenaba de regocijo al ver la emoción con las que las madres recibían cada cobija y en ellas se veía un profundo agradecimiento con aquella mujer que sin conocerlas quiso abrigarles la vida en uno de los momentos más retadores. Ahora sus historias estarán conectadas para siempre y esa simple cobija que pasará al olvido, será testigo de como el calor y el amor pueden salvar una vida.
Una vocación que desafía a la muerte
Juan Manuel Aguilar Zapata es médico pediatra y es el encargado de la coordinación del Programa Madre Canguro, que nació en Colombia hace 47 años bajo el ingenio de Edgar Rey Sanabria, pediatra y docente quien al ver las altas tasas de mortalidad en bebés prematuros, diseñó un método sencillo, costo efectivo y que además, favorece el vínculo entre la madre y el recién nacido. Este método ha dado tan buen resultado que se ha extendido por todo el mundo salvando de vida de millones de niños que nacen por debajo de los 2500 gramos o de las 37 semanas. Un verdadero milagro de la ciencia de la piel.
Juan Manuel recuerda a casi a todos los bebés que ha atendido a lo largo de los casi 19 años de trabajo como pediatra; él ha sostenido en sus manos la fragilidad de un ser que se debate entre la vida y la muerte y que gracias a su conocimiento, entrega y amor ha logrado devolver a los brazos de su madre, sano y salvo… un niño que quizás algún día se encontrará en la calle, por los azares de la vida, sin saber que él, ese hombre de ojos azules y profundos, le cuidó hasta el regreso a la vida.
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